10 preguntas a Javier Latorre, bailarín y coreógrafo

Javier Latorre convive con su Premio Nacional de Danza con la misma naturalidad con la que baila, habla y trata. Profesionalmente hablando, toca tantos palos que uno no sabe si catalogarlo más como bailarín, como coreógrafo o como creador nato, faceta esta última por la que el Ministerio de Cultura le otorgó tal galardón en su edición del 2011. La calidad de su obra traspasa fronteras y sus ecos retumban hasta en la China, de donde procede su actual encargo coreográfico, El Quijote, una obra en cuyo montaje se encuentra inmerso y que verá la luz este verano. Historias de un hidalgo caballero que comparte con el bailarín ese punto de mágica locura que evoca ternura, risas y sueños al mismo tiempo.

Javier Latorre, que impartirá clases en la Fundación en septiembre, durante su actuación en Casa Patas
Javier Latorre, que impartirá clases en la Fundación en septiembre, durante su actuación en Casa Patas

1- ¿Qué le queda pendiente a un bailarín y coreógrafo dotado de talento y voluntad de trabajo como usted después de una trayectoria tan fructífera y llena de premios? Me queda todo lo que he soñado hacer y no he hecho. Y es mucho. Respecto a los premios, son un subidón de autoestima pero son una consecuencia, no un objetivo.

2- ¿Qué le ha llenado más: bailar, coreografiar, dirigir o enseñar? Tengo la suerte de disfrutar por igual de todas las disciplinas en las que desarrollo mi trabajo pero la docencia tiene un plus de satisfacción, quizá por el egoísmo intrínseco del ser humano. Significa dejar una herencia -o parte de una herencia- absolutamente viva. No hay nada más satisfactorio que ver cómo tus alumnos bailan mejor que tú.

3- ¿Se considera un artista ecléctico? Me considero personal. Eclécticos pueden ser los temas que he tratado en mis obras pero, estilísticamente, no soy Israel Galván, al que admiro profundamente. Lo que sí creo es que mi obra, tanto la creada para mi compañía (que es apenas el diez por ciento del total) como la creada para otros, es absolutamente reconocible.

4- ¿Qué opina del relevo generacional dentro de la danza española y el flamenco? Es una época dura. Creo que la escala de valores ha cambiado. Se baila mejor que nunca pero se vive menos para bailar y se baila más para vivir. Hay muchas excepciones gloriosas, sobre todo en el baile femenino.

5- ¿Qué tendría –o no- que cambiar en la forma de gestionar la danza en España? Tiene que cambiar el concepto de base. En este país, la danza no es considerada una profesión sino un hobby. Partiendo de esa base, los conservatorios –salvo excepciones- no forman profesionales sino futuros profesores que accederán a la enseñanza sin apenas experiencia escénica, lo cual me parece básico. Y en la enseñanza privada no hay ningún control, todo el mundo es profesor. Por otra parte, no solemos ser noticia en los medios por los estrenos de obras sino por cosas ajenas a la profesión, lo que tampoco infunde seriedad a nuestro trabajo.

Javier Latorre con Karen Lugo
Javier Latorre con Karen Lugo

6- Algunos artistas consideran sus obras como si fueran hijos a los que querer por igual pero, si tuviera que elegir, ¿cuál o cuales le han satisfecho más? Yo no soy de esos. En este momento estoy montando mi obra número cincuenta y tres en la Fundación Casa Patas y me es muy difícil elegir. Quizá, destacaría Rinconete y Cortadillo, Poeta, La Celestina, El Loco, Cosas de Payos… y mis dos primeras obras: Hijas del alba y La fuerza del destino.

7- ¿En qué se diferencia el sello de Javier Latorre? En lo que respecta al proceso y al método intento distinguirme por la pasión, la ética, la profesionalidad y la elaboración máxima del trabajo. En cuanto al resultado final, como decía antes, creo que mis obras son reconocibles y eso ya es mucho para mí.

8- ¿Qué trabajo le ha marcado más profesional y emocionalmente? No podría decir. Cada trabajo conlleva un desgaste físico y emocional importante. Hacer de Federico García Lorca con la Fura dels Baus me dejó bastante marcado y agotado. También Fedra, mi último trabajo con Enrique Morente, poco antes de dejarnos, me produce emociones encontradas.

9- Está considerado como un maestro pero ¿qué siente cuando sus discípulos se llaman afectuosamente “Javi”? Es importante que la gente que trabaje conmigo confíe en mí así como que sepan dónde está la frontera entre lo personal y lo profesional. Trato de encontrar ese equilibrio porque, a lo largo de un montaje, la gente que trabaja contigo pasa por momentos anímicos de todo tipo y uno tiene que ejercer de padre, de psicólogo, de coleguita y de muchas otras cosas para mantenerlos al cien por cien.

10- Después de años pisando los mejores escenarios, hace poco se estrenó bailando en Casa Patas ¿qué significó para usted? En el momento de mi vida en el que me encuentro -y en el que, afortunadamente, no necesito salir a escena para vivir- estoy cumpliendo asignaturas pendientes y bailando en sitios sagrados y emblemáticos. Casa Patas es un templo en el que nunca había rezado y para mí, agnóstico profundo, ésta es una de mis catedrales y mi baile mis oraciones. Siempre os agradeceré haberme dado la oportunidad de hacerlo.

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